Es increíble cómo pueden darse las sincronicidades más extrañas. Y es que primero me encontré con la bola de piedra, en la calle. La fotografié porque me recordó a las bolas que había visto de pequeño, similares, adornando el perímetro del Monasterio de El Escorial. Después de esto entré a una casa y me encontré con la otra bola, de madera, enorme, tan grande como la otra, es decir, que no era la cabeza de un peón de ajedrez. Evidentemente la fotografié también. ¿Alguien que no sea el psicólogo Jung podría explicarme por qué ocurren estas cosas? También es cierto que hay gente que no se da cuenta.
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