A mi paso por la República Checa, recientemente, me encontré en Karlovy Vary, sentado a la puerta de un café, con el valeroso soldado Swejk, de Jaroslav Hasek. Quise preguntarle algunas cosas, pero debía de estar tan cansado y aburrido de contestar siempre a la mismas preguntas, que se durmió. Otra vez será.
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