En la solapa de “Así me pierdo en las ciudades” figura, como otro dato de mi currículum, que, además de a la literatura, dedico parte de mi energía creativa al arte del origami. Hasta ahora, en el corto tiempo de existencia de este blog, no había hecho aún referencia alguna a este arte del plegado del papel, que así es como se conoce internacionalmente el origami, en España también como papiroflexia. Si me decido ahora a abordar este tema, es porque pienso que la visión que tengo yo del origami, como practicante del mismo, es decididamente literaria.
Por ejemplo, en el artículo de prensa que inserto a continuación, con su correspondiente traducción del alemán, puede verse que la noticia tuvo su origen en una máscara de papel plegado que realicé para el pueblo de Triberg, en la Selva Negra, a propósito del característico carnaval que tiene lugar en esa población, en que a una hora determinada de la noche baja en procesión, a la luz de las antorchas que portan, una larga comparsa de disfrazados de diablos recubiertos de bolas de acero de distintos tamaños bailando una danza grotesca. Estas bolas, huecas por dentro, actúan a modo de grandes sonajeros chirriantes que acompañan todo el tiempo a los danzantes. Cada detalle de las máscaras y del traje de estos tiene, por supuesto, un significado, pero por ahora no entraré en ellos. Sí quiero significar, por el contrario, que el diablo es, en mi opinión, un asunto muy literario. Sin ir más lejos, y aunque no lo haya incluido por diferentes razones en “Así me pierdo en las ciudades”, tengo que decir que yo mismo he escrito un relato con este tema titulado “Un hijo del demonio”. Es un relato ya acabado que formará parte de la próxima entrega de cuentos que dé a la imprenta. Es cierto también, como dice el artículo, que tengo una colección de máscaras, muchas de ellas de diablos, y no porque las haya buscado expresamente sino porque como todos sabemos el diablo se te aparece cuando quiere, aunque sea en forma de máscara para un amante de las máscaras cuya compra no puede rechazar, máxime si éstas proceden de lejanos países y presentan una notable elaboración artística. Por supuesto que no todos son diablos o diablesas en mi colección, también hay ángeles, y quiero pensar que los ángeles son siempre más poderosos que los demonios. Además, la representación del demonio en una máscara es, para mí, una forma de vencerlo, de atraparlo en unas facciones definidas a las que atenerse. Es bien sabido que una de las artes diabólicas consiste en la falsedad de su aparición ante nosotros, en el ofrecimiento de su mejor cara con el fin de confundirnos. Por ello, qué mayor humillación para este infernal ser que mostrarlo tal como es, obligarlo a enseñar su verdadera faz. Esta es mi particular visión de las máscaras de diablo, que no pretenden la exhibición del mal sino todo lo contrario, es un esfuerzo literario y artístico, es decir un esfuerzo del alma por su control. Quiero pensar también en que esta es la función del único monumento que hay en el mundo dedicado al diablo, la estatua del “ángel caído” en el Parque del Retiro de Madrid.
Por cierto que esta tarde, dentro de pocas horas, voy a ver al “hijo del demonio”. Os aseguro que me mostrará su mejor sonrisa, y yo a él, por supuesto…
SÜDKURIER / SCHWARZWALD |
Artículo del diario SÜDKURIER / Selva Negra / Alemania |
Triberg 02.04.2011 Una máscara de diablo muy especial Orgulloso muestra Volker Fleig la figura plegada en forma de una máscara de diablo del artista de origami Ramón Jiménez, de Madrid. “Ramón nos la ha entregado personalmente”, dice el maestro de ceremonias de la cofradía de los carnavalescos. Pero ¿cómo es que un artista de origami de España llega a recrear el diablo de Triberg según el arte del plegado del papel? En el verano de 2007, Ramón Jiménez y su pareja Lioba Simon Schuhmacher, que nació en Colonia y que ahora vive con el artista en Madrid, viajaron a la Selva Negra. Tras una visita a las cataratas inspeccionaron el Museo Etnográfico y descubrieron las piezas del carnaval. La del diablo despertó enseguida un especial interés en el artista. En su casa de Madrid, Ramón Jiménez alberga una gran colección de diversas máscaras de diablos del mundo entero. De manera espontánea ambos se informaron sobre las costumbres carnavalescas de Triberg y decidieron presenciar el desfile de antorchas de los diablos de Triberg en cuanto tuvieran ocasión. Dos años después se cumplió el sueño de Ramón. “Cuando llegamos el miércoles, para nuestra alegría, Triberg se encontraba cubierto de una espesa capa de nieve”, recuerda sonriente Lioba. Ya el miércoles por la noche ambos se sumaron a la ‘búsqueda del muñeco del carnaval’ (Fasnetsuche) y acabaron en el Ayuntamiento, donde al instante fueron integrados por los ciudadanos de Triberg, al son de su alegre fiesta. Contagiados por la bulliciosa carnavalada y la calurosa acogida, surgió una amistosa relación entre los visitantes de España y el gremio carnavalesco. Ramón Jiménez dejó huella con sus artes de plegador. En cuestión de minutos surgieron pequeñas obras de arte: hombrecillos y ratoncitos llenaron las mesas y fascinaron a los observadores. A su vez él estaba tan impresionado por las máscaras rojas de diablos en madera de tilo que, con la ayuda del diablo mayor Armin Effinger, adquirió una para decorar su hogar en Madrid. Desde entonces ésta saluda con su característica sonrisa amable a los invitados nada más cruzar el umbral. En su despedida Ramón anunció que iba a plegar una máscara de diablo en papel según el original que llevaba consigo. En 2011 cumplió su promesa y trajo la obra plegada, enmarcada y bajo cristal. Orgullosos recibieron Volker Fleig y sus cofrades carnavalescos la figura en papel rojo y dorado. Impresionados contemplaron la obra, hecha de una sola pieza. Por su parte, agradecieron el regalo con un detalle para el artista y su pareja. “La máscara surgió en el verano, durante una tormenta”, comentó Jiménez con una sonrisa pícara. Ya ni se acordaba del número de pliegues a que sometió al papel para completar la obra. Dos días había tardado en conferir a la efigie su aspecto definitivo. “Colocaremos la máscara en un lugar honorífico en la sede de nuestra cofradía”, dice Volker Fleig. Ramón Jiménez y Lioba Schuhmacher se encuentran muy a gusto en la ciudad de las cataratas. Les encantaría tener ocasión de volver de nuevo en verano para explorar la ciudad y sus alrededores en excursiones a pie, pero seguramente, en cuanto les sea posible, volverán al desfile de las antorchas en época de carnaval. |
Pie de fotos:
1. El maestro de ceremonias de la cofradía de los carnavalescos Volver Fleig muestra la pieza del artista de origami Ramón Jiménez Pérez.
2. El artista de origami Ramón Jiménez Pérez con la máscara del diablo de Triberg.
Traducción de Katarina Ojeda / Lioba Simon Schuhmacher