La literatura del escritor estadounidense Kurt Vonnegut -ya fallecido- ha sido siempre, desde que leí su primera novela, Pájaro de celda, de las más apreciadas por mí. De hecho, en la introducción que hago, tras el prólogo de Javier Tomeo, de mi libro de relatos Así me pierdo en las ciudades, cito a Vonnegut como una de mis grandes influencias literarias junto a Donald Barthelme.
Con el tiempo descubrí que había en el mundo otros admiradores de Vonnegut, incluso llegué a conocer a uno de ellos personalmente en Madrid, que muy podrían definirse como vonnegutianos. Es difícil tratar de explicar cómo es un vonnegutiano si no se ha leído algún libro, mejor más de uno, de Kurt Vonnegut, pero por muy diferentes que seamos todos los vonnegutianos sí podría decirse que hay un denominador común en todos nosotros que nos hermana allá donde estemos. Uno de los libros más conocidos y también más importantes de Vonnegut es el titulado Matadero 5. Lo leí hace muchos años, como otras obras de este gran escritor -a estas alturas he leído ya todos los libros suyos publicados en español, que supongo coincidirá más o menos con la totalidad de su producción editada en inglés-, y en él, en Matadero 5, hace referencia al terrible bombardeo de la ciudad de Dresde, en Sajonia-Alemania, por los aliados al final de la II Guerra Mundial, y que a él le marcaría durante el resto de su vida. Kurt Vonnegut se hallaba en ese momento prisionero de los alemanes, que le habían capturado junto a otros soldados procedentes del desembarco de Normandía, en un barracón a las afueras de Dresde que se llamaba Matadero 5 porque había sido un auténtico matadero de reses, y que ya estaba en desuso. Desde allí presenció el infierno en que se convirtió la ciudad durante las tres oleadas de aviones que la bombardearon sucesivamente, la primera de 500 aparatos, la segunda de 1000 y la tercera de 1500, y que provocaron según la estimación más fiable un total de cien mil muertos. Una vez finalizado el bombardeo, Vonnegut hubo de acudir, en compañía de los demás soldados prisioneros, a desescombrar la ciudad, operación de limpieza en la que, según cuenta en su libro, se dio el caso de un soldado que fue descubierto robando una tetera y que, por ese motivo, fue fusilado.
Pues bien, yo siempre había asociado Dresde al libro de Vonnegut y al bombardeo y a la tetera, y tenía en mi imaginación al matadero que oficiaba de prisión -de la que salían durante el día los soldados prisioneros a la ciudad para la realización de diversos trabajos, como he averiguado este verano- por un lugar entre irreal o desaparecido, imposible ya de encontar en la moderna ciudad, total y admirablemente construida y reconstruida en sus monumentos más importantes. Para mi sorpresa, tuve la oportunidad de descubrir de la mano de un vonnegutiano el auténtico matadero 5 donde estuvo Kurt Vonnegut, que se conserva intacto a las afueras de la ciudad. Fue muy emocionante para mí descubrirlo. Aquí tenéis algunas fotos.