domingo, 28 de mayo de 2017

INMORTAL AMOR MORTAL. DE LA CENIZA, LA MÁSCARA. MI PRESENTACIÓN EN CASA SEFARAD


INMORTAL AMOR MORTAL. DE LA CENIZA, LA MÁSCARA.

 

Buenas tardes, mi intervención se titula “Pensamientos deshilachados” y empieza con una canción de Luis Aguilé, “La fuerza del amor”, que tenía un estribillo que decía “Y es que el amor, que tiene tanta fuerza, se lleva por delante todo sin pensar”.

Pues bien, esta era una famosa canción de Luis Aguilé, a quien tuve el gusto de conocer hace unos años, poco antes de morir. Nadie podía decirme, cuando en mi adolescencia sonaban estas canciones suyas con enorme éxito que algún día iba a venir yo aquí para hablar en contra del amor que él cantó, es decir del amor romántico, una entelequia que sólo se sostiene como tal fantasía o deseo que es.

El problema no es el sentimiento, que nadie puede negar, sino la palabra con la que se expresa. Esto lo intuyó muy bien Raymond Carver en aquel libro de cuentos que tituló “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Me explico: el problema son las palabras, siempre las palabras, tan esquivas, tan sutiles, tan engañosas, sobre todo en este tema, que tantas discusiones provocan.  Por ejemplo, si yo hubiese empezado mi discurso con un “queridos amigos” sin añadir a continuación “queridas amigas” ya habríamos tenido un problema. Como no he dicho nada al respecto, pues no lo ha habido, y no es que no os aprecie, sino todo lo contrario, pero esto sí lo puedo decir. Cuando en el futuro nos comuniquemos directamente con el pensamiento será mucho mejor. Qué razón tenían Allan y Bárbara en su célebre libro “Por qué los hombres quieren sexo y las mujeres necesitan amor”, al señalar que en realidad los hombres no están hechos para las mujeres ni las mujeres para los hombres, tan diferentes somos. Que hay algo que falla.

Pero nos seguimos empeñando en llamar amor al instinto, como en el título de este libro que ahora presentamos, aunque este mismo título creo que es deliberadamente equívoco y se reserva todas las posibilidades. Hay quien dice que el Amor es una lámpara de inagotable aceite, como Jaime Sabines en su precioso poema “Los amorosos”. Las estadísticas, sin embargo, dicen lo contrario, que el aceite se acaba, como la longaniza antes que los días. Y tantas otras preguntas que cabría hacerse: por ejemplo, al parecer el 50% de las personas tienen fantasías sexuales cada 5 minutos aproximadamente, ¿son quizá estas fruto del amor?, ¿y qué decís de los cuidados que prodiga un cuervo, el ave más inteligente de todas, a sus hijos?, ¿son o no son amor? Y en la sociedad de los elefantes, a los que su proverbial memoria exime de ese olvido que según otra canción es la distancia para los humanos, ¿cómo veis que a cada cría la cuiden entre dos elefantas, la madre y otra? ¿Eso qué es?

Y los elefantes me llevan a África. En un viaje inolvidable que hice hace tiempo a Costa de Marfil, fui testigo de cómo una mujer se quejaba amargamente a su hermano de su marido. Decía de él que era un egoísta porque no cogía a otra mujer pudiendo hacerlo, desde el punto de vista económico. Y así, sin otra mujer que la ayudara, todo el trabajo recaía sobre ella. ¿No es ésta una prueba de que el amor es un invento burgués, es decir de que nos permitimos el lujo del amor cuando las necesidades básicas están cubiertas? Pero todavía hay quien dice: “Contigo, pan y cebolla”. No, amigos y amigas, tranquilos y tranquilas, “ello” no es así. Pero esto es como las religiones, que deben respetarse todas, pero luego buscarse cada uno el cielo como quiera. Había una vez uno que decía: “Yo voy al médico y compro las medicinas que me receta porque tiene que vivir, pero luego no me las tomo porque yo también tengo que vivir”. Había también una chica de pueblo perdidamente enamorada de un campesino al que dejó por un guardia civil, o sea por un funcionario. ¿Estamos de acuerdo?

Un importante psiquiatra decía la otra noche por la radio, y es por la noche cuando ha de escucharse a los psiquiatras como complemento de la almohada, que los hombres fingen amor cuando lo que buscan es sexo, y las mujeres fingen sexo cuando lo que buscan en realidad es amor, lo que coincide con el título del libro que cité antes; esto nos orienta algo, si bien vuelve a aparecer por el medio la palabra amor, dando su significado por supuesto. ¿Pero qué quiere decir en el contexto de la explicación del psiquiatra? ¿Que las  mujeres buscan ternura, protección a lo cavernícola, en fin todo menos sexo? Tampoco me lo creo. ¿Entonces qué ocurre? Pues que estamos ante un problema insoluble, como uno de esos objetos imposibles, como esos cepillos de dientes siameses enfrentados con los que es imposible cepillarse la dentadura.

Ah, y Balzac ya sabéis lo que decía, que el matrimonio es una carga tan pesada que para tirar de ella se necesitan al menos tres personas, con lo que nos metemos de lleno en el tema de los tríos. Vaya vaya, los tríos. Pero qué pasa, ¿es que el matrimonio es la muerte del amor?, ¿entonces por qué los novios se juran amor eterno?

           Y así sucesivamente. En resumen, y con todo mi respeto a esos poetas que cantan a no se sabe qué amor, yo me he permitido escribir para esta Antología un cuento grotesco en el que unos homosexuales gordísimos ligan en un supermercado golpeándose, para entrar en contacto, con los carritos para gordos que conducen. Un cuento que os recomiendo leáis que se titula “TRÍO DE GORDOS, REY DE LAS RATAS”. Este es mi punto de vista en un libro en el que hay otras muchas opiniones; y tampoco es mi punto de vista único, es mi punto de vista en este libro, porque estoy seguro de que muchas de las otras gentes que me habitan, como a todo el mundo, cambiarían de opinión según la fuerza del viento que soplara.

Pero he pretendido que este cuento fuese grotesco porque el amor o lo que entendemos usualmente por amor en esta civilización occidental es con frecuencia grotesco.

Pero para poder sobrevivir a lo grotesco lo he hecho también, o eso creo, considerablemente divertido, que es a mi juicio la única manera de sobreponernos a los disparates de esta vida que llaman inteligente. Porque es lo que solemos creer de nosotros mismos, que somos inteligentes. Pero y las hormigas, y vuelvo con ellas al reino animal, ¿no son acaso inteligentes?, ¿qué decir de esos grandes monumentos que construyen bajo tierra llamados hormigueros?, ¿acaso son inferiores a las ruinas de la destruida Palmira? No sé si entre los instintos de las hormigas está el del amor como nosotros lo entendemos, pero no me consta que esté el de la destrucción, y desde luego no se lanzan bombas nucleares, como ya hemos hecho nosotros. Ah, y en cuanto al Rey de las Ratas al que me refiero en mi cuento, es tan impresionante que mejor no lo busquéis en Internet, aunque yo lo recomiende. Estáis eximidos, pero mucho que me temo que os pierda la curiosidad.

Gracias, en fin, por escucharme, y gracias a los editores, a Basilio y a Antonino (al que deseo se recupere pronto de la reciente intervención quirúrgica que le ha impedido acompañarnos esta tarde), por haber contado de nuevo conmigo para esta nueva antología en unión de tan buenos autores.

Y aunque estamos todavía a lunes, aprovecho para desearos un BUEN FINDE.

 

Ramón Jiménez Pérez. Casa SEFARAD. 22 de mayo de 2017

viernes, 26 de mayo de 2017

OTRO CARTEL MEDIANTE EL QUE ANUNCIÓ LA PRESENTACIÓN DE MI OBRA LA BIBLIOTECA MARIO VARGAS LLOSA


FIRMA EN LA 76 FERIA DEL LIBRO DE MADRID

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Me complace informaros de que el próximo lunes 29 de mayo, de 18:00 a 21:30 horas, firmaré ejemplares de mis libros Así me pierdo en las ciudades, El baile del emperatriz y Al fondo a la derecha en la caseta 281 del Grupo Editorial SIAL PIGMALIÓN, en el Parque de El Retiro de Madrid.