Subo algunas fotos aquí de la presentación ayer en Casa Sefarad, en Madrid, del libro IMPOSIBLE NO COMERSE EN EL VOLCÁN DE LOS AMORES CANALLAS, en el que participo con el relato Te lo comía todo menos las zapatillas.
Me acompañan el coordinador del libro Antonino Nieto Rodríguez, y los autores María Ángeles Fernández Jordán, Carlos Jiménez y Ouka Leele. Y en el selfie Antonino Nieto, Ouka Leele, María Antonia Ortega, Ignacio Tamés y Antonio Ruiz Pascual, entre otros.
Reproduzco además el texto que leí.
Las fotos son de Alfredo Peña.
AMORES CANALLAS
Agradezco a Antonino Nieto Rodríguez su
invitación a participar en este libro de tema amoroso canallesco, y por
supuesto en esta presentación, y a Casa Sefarad por este magnífico espacio
cultural. He dicho. (Bueno, voy a seguir un poco más).
Me gusta mucho aceptar los retos literarios de
Antonino porque suponen un desafío y un estímulo para la imaginación. Esto es
lo fascinante. Por ejemplo, cuando me propuso este tema pasé del aturdimiento
de la sorpresa inicial y de creer que esta vez no podría complacerle a estar al
día siguiente, sin saber por qué, escribiendo sobre cocodrilos y de paso
aprendiendo un montón sobre ellos. De pronto me parecieron los seres más
miserables del mundo, y como si se hubieran dado cuenta de que les seguía la
pista empezaron a hacerme frente, desde los que tenía en casa y que se
confabularon para salir de sus cajones, y así aparecieron de nuevo el viejo
cocodrilo de madera de guayacán indestructible que jamás he logrado que flotara
en el agua, el de marfil que me mostró sus dientes desde el abridor de cartas
africano, el de peluche y los estampados en viejas camisas arrumbadas; hasta
los que me encontré en una tienda convertidos en dos auténticas pieles de
cocodrilo -carísimas por cierto- y una cabeza disecada; y fue caerme en las
escaleras de un restaurante en plan tobogán hasta el fondo y parecerme que cada
peldaño era un colmillo de cocodrilo que me mordía donde le cuadraba. Qué
canallas, y todo ello por haber sacado a relucir su maldad ancestral en este
cuento titulado: TE LO COMÍA TODO...MENOS LAS ZAPATILLAS, pero que se
conoce ya como el del cocodrilo, aunque igual podría ser la cocodrila o el
cocodrile. En este caso es el cocodrilo, ese granuja tan atractivo y camelista
que tanto gusta a la otra parte que acaba por dejarse zampar por él, con lo que
al final el gusto es suyo. Hay mujeres que han confesado que en algún momento
de sus vidas fueron comidas por cocodrilos hasta quedarse en las zapatillas, si
bien luego desde esas mismas zapatillas iniciaron la reconquista del tiempo
anulado y perdido.
Pero yo no voy a leer mi cuento aquí, ni
siquiera un fragmento, sólo me limito a recomendar su lectura junto a los demás
textos amorosos que lo acompañan en el libro, y a advertir una vez más que
mucho cuidado con el cocodrilo, no me cansaré de repetir que nunca le deis la
mano a un cocodrilo, el perro a su lado es una broma. Por cierto, hoy estreno
esta corbata en cuya tela hay estampados
varios animales predadores y depredados; no hay, en cambio, cocodrilos, y es
que estos andan por ahí a lo suyo en su
actividad incesante. Muchas gracias por escucharme.
Ramón Jiménez Pérez. Casa Sefarad. Madrid, 24
de abril de 2019