En diciembre de 1993, en mi viaje a México, llegué a san Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas. Sin buscarlo, me encontré con este poema en el "Espacio Cultural Sabines". El poema me enamoró, lo que tiene aún más mérito si se tiene en cuenta que no soy un gran lector de poesía, o quizá es que soy muy exigente con ella. Entonces, yo no sabía nada de Jaime Sabines, que era natural de ese bonito pueblo mexicano. Unos años después le conocí personalmente en Madrid cuando presentó un libro de la Residencia de Estudiantes. Compré un ejemplar y se lo presenté a la firma, y le hablé de mi viaje años atrás a san Cristóbal, pero él no prestó atención, incluso se podría decir que estuvo antipático, nada amoroso. Su poema, en cambio, este poema, me parece maravilloso, eterno. Esto demuestra, por otra parte, la teoría de que la obra de un escritor no tiene por qué corresponderse con la idea que previamente nos hemos forjado de él, alguna vez coincide pero no siempre.
Espero que este poema os guste tanto como a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario